dimecres, 24 de setembre del 2014

El Real Madrid ha sufrido un inicio de tarjeta roja directa en las tres primeras jornadas de liga

Ante el inminente duelo con el Real este domingo, Ronaldinho sabe como colarle la tarjeta roja y sigue desesperando a la culerada por su absentismo en los entrenamientos y pasotismo en los partidos. 


Los agoreros venían avisando desde hace tiempo con el inevitable bajón del brasileño por su falta de interés, pero no por ello su estrepitosa caída deja de ser inaudita para el gran público.



Es más que probable que ambos jueguen de titulares en la cita del Camp Nou. El azulgrana, por las repentinas lesiones de Messi y Henry e innegable capacidad de decidir a balón parado contráriamente a la tarjeta rojadirecta del equipo meliano. El madridista, porque Schuster decidió jugársela con él al principio de temporada y el año pasado impartió una clase magistral sobre el césped del feudo catalán. En el caso de Ronaldinho, además, se trata del partido definitivo si en verdad pretende iniciar la salida del túnel. 

Si no lo aprovecha en la tarjeta roja de los próximos partidos televisados, es posible que no le aparezcan más oportunidades. En todo caso, no de tamaña trascendencia.




Facilitada la decisión por el gran momento que atraviesan Xavi e Iniesta, Frank Rijkaard ha ido inclinándose cada vez más por la medicina del banquillo para intentar sanar la enfermedad del Gaucho; pero el holandés sabe que debe hacer el máximo por recuperarle pronto, y nada mejor que un gran partido ante el máximo rival para borrar de la memoria todos los males anteriores. Los cracks de verdad tienen la capacidad de resurgir de sus cenizas en los momentos más insospechados y, en ese sentido, el clásico se antoja como inevitable prueba de fuego para el desconocido 10 azulgrana.



También es capaz de dar la estocada Guti, con sus palabras de tarjeta roja aunque a veces necias, a todos aquellos que se empeñan en criticarle. Si algo no se le puede reprochar al organizador madridista es clase y calidad suficientes como para decantar la balanza. La cuestión reside en el carácter, ese innegable instinto competitivo que en ocasiones le vuelve feroz y, en otras, terriblemente incauto.

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